Babel

Muchas lenguas, un mismo mensaje...
Muchas lenguas, un mismo mensaje…

Juan 20, 19-23
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
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Una de las imágenes que me vino a la memoria, una vez leídas las lecturas, fue la película Babel, con Brad Pitt como uno de los protagonistas. Y por supuesto que el título de este film, en alguna medida, tiene que ver con lo que sabemos de la Torre de Babel, aunque no relate ninguna construcción que llegue hasta el cielo. Recordemos aquél gran edificio que se hizo para llegar hasta Dios. Los que tenían esta ambición son castigados y finalmente tuvieron que desistir de tan ambicioso proyecto ya que no eran capaces de entenderse entre ellos. Cada uno terminó hablando una lengua distinta.

Hoy tenemos a los discípulos —nos dice la primera lectura y el evangelio— que reciben el Espíritu Santo. Y comienzan a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Después, también reciben una misión a llevar a cabo en el nombre de Jesús: Perdonar los pecados. Lo curioso, esta vez, es que no se suscitó la confusión del momento de Babel a pesar de que reciben el don de lenguas, cuando el Espíritu Santo desciende sobre ellos.

Somos conscientes de que el tiempo ha pasado, y aquél momento de las lenguas de fuego sobre cada discípulo nos queda lejos. Más todavía lo de la Torre de Babel. Sin embargo, me atrevo a decir que, a nuestro modo, hemos vuelto a los orígenes. No al de Cristo, sino al anterior: A hablar en distintas idiomas, pero sin entendernos.

Es verdad que hoy no hay proyectos ambiciosos de construir edificios que quieran llegar hasta el cielo, a la altura de Dios. En Dubai, no hace mucho, hicieron un rascacielos de 163 pisos, pero la intención no era ponerse a la altura de Dios, me parece. Aún así, vivimos nuestro propio Babel y no nos entendemos. Y eso que hay especialistas en traducciones. Pongo unos cuántos ejemplos para ver lo desentendidos que andamos entre nosotros:

  • Hay quien cree en la honestidad, pero otros sólo hablan de corrupción.
  • El respeto se enfrenta con burla.
  • El responsable tiene la contra del irresponsable
  • Ante la Unidad se presenta la desunión
  • La familia se rompe con la separación
  • A la generosidad parece que le gana la mezquindad
  • Tenemos Solidaridad versus indiferencia
  • La Caridad se contrarresta con el egoísmo
  • La Verdad queda oculta con la mentira
  • Hay luz, pero también oscuridad
  • Dios tiene la contra del demonio
  • El buen trato desaparece con el mal trato
  • Ante un elogio siempre existe un insulto
  • Bondad y maldad, dos caras de una misma moneda

La lista puede continuar, pero creo que tenemos un panorama completo. ¿Qué hacemos entonces? ¿Tendremos que conformarnos y aceptar que vivimos en un mundo de incomprensión, en nuestro propio Babel? Aquí la respuesta, de parte de Dios, es No. Aquí —nos dice— les traigo Pentecostés, el Nuevo Babel. Por eso los discípulos hablan distintas lenguas, pero todos los entienden en la propia. Tienen un mismo y único mensaje, el que han aprendido de Jesús. Y este se puede traducir en palabras que tienen un significado universal. Los términos principales que utilizan son: Amor,  Unidad, respeto, honestidad, Caridad, solidaridad, perdón, misericordia.

Hablar de esta manera es posible gracias al Espíritu de Dios. Son palabras que no sólo tienen traducción a cualquier dialecto, sino que también se pueden expresar hasta con el lenguaje de los gestos. Y esto es Pentecostés: Hablar el mismo idioma de Dios. Incluso nosotros podemos hacerlo, no sólo aquellos que convivieron con Jesús. Hacer nueva nuestra vida, nuestro mundo, desde esta infusión del Santo Espíritu enviado por el mismo Cristo, es la misión que tenemos en nuestra época. Éste es el desafío. Tal vez tengamos que empezar por el ABC, pero al final tendremos que ser capaces de pronunciar, y enseñar, frases como: “Te perdono”, o “ No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.

Pentecostés es vida, es lenguas de fuego, es Babel, es muchos idiomas y un mismo mensaje: El de Dios. ¿Qué lengua hablamos? ¿Cuál es nuestra jerga? ¿Acaso es la del Espíritu?

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