Ascender a la tierra

Ascender a la tierra
Ascender a la tierra para ir al cielo…

Lucas 24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y Yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto». Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

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Al pensar en las lecturas de hoy, teniendo en cuenta la Ascensión del Señor, me vino a la memoria un poema de Francisco Luis Bernárdez, argentino, nacido en el 1900. La poesía dice así:

"La Ascensión", de Francisco Luis Bernárdez
«La Ascensión», de Francisco Luis Bernárdez

Por supuesto que la belleza poética eleva el espíritu y nos transporta (al menos así me parece) a una dimensión distinta, casi fuera de la tierra y más junto al deseo de estar con Dios. Pero este no es el único objetivo de citar este poema. También lo podemos tener en cuenta para ver nuestra realidad, repasándolo por el lado anverso de sus palabras rimadas.

Jesús se despide de los suyos y sube al Padre. Y esto lo entendemos como un volver a la unidad con aquél que lo envió a nosotros. En los discípulos nos promete el Espíritu Santo y nos encomienda la tarea de anunciar la salvación a todos los pueblos de la tierra. En el relato de la primera lectura vemos que, todos los que vieron a Cristo elevarse al cielo, se quedan con la mirada puesta en el que asciende y un ángel los devuelve a la realidad prometiendo que el mismo Jesús volverá. Después, en el Evangelio, se deja sentado que los apóstoles están alegres por lo que ha sucedido y lo que vendrá.

Si volvemos al poema, creo que al recitarlo nos sentimos más bien situados en el cielo, gracias a Jesucristo que se ha llevado consigo lo que también es nuestro: La humanidad. Nos deja abierta la puerta y señalado el camino que nos toca hacer para llegar a Dios. Y si leemos en «el anverso», podríamos pensar este poema como un canto a nuestra naturaleza, bendecida por Dios al hacerse uno de nosotros. Por lo tanto, nuestro siguiente paso será hacer patente a los demás lo que de Dios tenemos. Este es el camino de la Ascensión que se empieza a recorrer en y desde la realidad que nos toca vivir.

Jesús sube al padre, llevándose consigo la humanidad completa. Esto es resultado de vivir la vida que conocemos. Del mimo modo, tenemos que procurar hacer patente la realidad de Dios en nuestras vidas. El poema nos habla de que Cristo se lleva nuestro frío y nuestra sed, nuestros pecados perdonados y nuestra debilidad. Tal vez estas son las cuestiones que debemos tener en cuenta si queremos llegar al cielo. El camino de ascensión lo recorremos cuando hacemos nuestra la sed y el frío del hermano, o si somos capaces de perdonar o comprender la debilidad del otro. Es el recorrido y la cosecha que Cristo hace por amor y es lo que quiere de nosotros. Porque cuando somos capaces de mitigar el dolor y curar las heridas del que está a nuestro lado, entonces estamos llevando su mensaje a todas las naciones.

Querer ir junto a Dios no se reduce a un quedarse mirando el cielo, sino a amar lo que Dios amó y curó en nosotros. Hay que ascender a la tierra. Ese es el primer paso que tenemos que dar. Y esto significa llevar lo que tenemos de Dios al resto de la humanidad. Y se logra, no únicamente por nuestras fuerzas y buena voluntad, sino por la Gracia de Dios y la ayuda del Espíritu Santo. El cual recibiremos pronto. Después sí, de este ascender a la tierra, que es volver a Jerusalén con alegría, pasaremos a ascender al cielo.

Es tiempo de actuar, es tiempo de decirle al mundo que con Dios, con el amor, estamos salvados. Jesús asciende y con él queremos ir, pero no solos. Vamos a buscar a más que nos quieran acompañar en este viaje.

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