Ser nadie

María, madre de Jesús

Lucas 1, 26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; El será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre? » El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra». Y el Ángel se alejó.
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María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart y de Silva Falcó y Gurtubay. Sí, como bien sabemos, estos son los nombres de una sola persona, la conocida Duquesa de Alba, que en paz y la gloria de Dios descanse. Y por supuesto, sólo lo traigo como un punto de arranque, o de referencia. No digo que esté mal tener todos esos nombres, aunque no por eso deja de sorprender y, sobre todo, nos pone delante de alguien que tuvo un reconocimiento social muy grande. Tengo una duda (perdón por mi ignorancia): ¿Los habrá ido añadiendo o todos de una vez y como nombres de pila? Otra: ¿El cura que la bautizó, tuvo que pronunciarlos todos? En fin, cosas sin importancia, seguramente. Pero sí creo que nos puede servir para pensar en algo que Dios nos quiere decir a través de este evangelio.

Hoy nos volvemos a encontrar con la Anunciación. Clara es la imagen que nos lleva a pensar en el inminente nacimiento de Jesús, que es lo que celebramos en Navidad. Sin embargo creo que a quien debemos tener presente es a María. Pero en este caso no para hablar sólo de sus virtudes y ponerle todos los títulos que solemos ponerle. Pareciera que es la única manera que encontramos de decirle lo mucho que la queremos. Y cuanto más rimbombante es el nombre que le adjudicamos, mejor. Le llamamos, por ejemplo: Reina del Cielo, Mater Admirabilis, Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Preciosísima Mare de Dios. Sin embargo, ella se llama María. Así, simple, sencillo, sin vueltas ni firuletes. Y creo que esto no es una simple casualidad. Dios supo elegir, para significarnos aún más.

María no venía de ninguna estirpe, digamos, súper importante y José, que sí es descendiente de David, en realidad no tiene que ver en todo lo que sucede en este evangelio. Incluso si pensamos en el nombre que hay que ponerle al niño, según el ángel, lo tiene que hacer ella, y no José. María es el símbolo de lo simple, lo más auténtico del pueblo sencillo de aquél momento. No tenía doble apellido, y sin embargo es relevante para la historia de salvación. ¿Cómo es que Dios elige algo tan simple? ¿Qué nos quiere decir?

En primer lugar podríamos pensar que Dios es algo más sencillo de lo que pensamos. No quiero quitar categoría ninguna, pero elegir a una muchacha de aquellas características dice mucho de quién es Dios. Y esto creo que no debemos perderlo de vista. No estamos diciendo que es un don nadie, sino que, desde la simpleza, él se acerca a nosotros y del mismo modo deberíamos hacerlo nosotros con él. Y tanto al principio, en la encarnación del Hijo de Dios, como al finalizar, siempre se queda con lo más elemental, en este último caso con el pan y el vino, en el Eucaristía. Así de accesible, así de simple.

Por otro lado, creo que siendo ella la que el Señor elige para nacer entre nosotros, nos está diciendo que él lo puede todo, incluso desde donde pensamos que nada bueno puede salir. Si queremos, tenemos el ejemplo de Isabel que, cuenta el Evangelio, era estéril y, sin embargo, está en su sexto mes de embarazo. Esto, a mi entender, es decirnos que desde nosotros mismos también puede sacar algo muy bueno, aunque nos parezca que no valemos tanto, o no somos tan buenos. Por eso me gustaría que por un buen rato nos olvidáramos de los títulos que ponemos a la madre de Jesús y sólo recordemos que se llama María y que viene de nadie importante, y que vive según las costumbres de su época, sin nada especial para destacar. Recordemos: Se llama María.

Entonces tal vez sea más sencillo creer que también desde nuestra humanidad pueden surgir cosas muy buenas, cosas de Dios. Y no porque vayamos a hacer algún milagro, sino porque seremos capaces de dar a conocer el amor de Dios, desde nuestro ser, desde no ser nadie.

¿Qué hace falta para esto? Hace falta tener un corazón dispuesto. Bajarnos de la soberbia y el engreimiento, y dejar que también a nosotros nos cubra el Señor con su Espíritu Santo, que es capaz de transformar todo. Si no dejamos espacio a Dios, difícilmente puedan salir obras de auténtico amor. Hay que dejar que él actúe. Nada más que dóciles, aunque esto sea lo que más nos cueste.

Hágase en mí, hágase en nosotros, según Dios dice…

Por último, vamos pensando que, en palabras de Lope de Vega, esto es lo que sucede:

Poema de Lope de Vega

 

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