¿Por qué no?

Jesús-en-el-cielo 2

Ciclo B – Dom XXXIII Tiempo Ordinario

Marcos 13, 24-32
Jesús dijo a sus discípulos: En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y El enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
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Algunos ven las cosas que existen y se preguntan, «¿por qué?», pero yo sueño cosas que nunca existieron y me pregunto, «¿por qué no?”.

Esta es una frase atribuida a George Bernard Shaw, librepensador, escritor y dramaturgo irlandés. Y me resultó bastante interesante, porque me lleva a un lugar distinto, que no suele ser tan común, porque me parece que siempre nos situamos más en el cuestionamiento de las cosas que nos pasan, y no tanto en las cosas que no existen. Con esto no digo que no tengamos ideas, o sueños, pero normalmente quedan en eso, en ideas o sueños. Y el evangelio nos habla de algo que no sucedió todavía. Aunque para los apóstoles la segunda venida de Jesús era casi inminente, hasta ahora, no hemos visto ningún signo en el cielo parecido a lo que describe el texto de Marcos. Por consiguiente el Hijo del Hombre aún no ha regresado.

Por supuesto, no dudamos de este anuncio de Jesús y sabemos que la Parusía, el advenimiento glorioso de Cristo, ocurrirá, al menos visto desde nuestra fe. Tal vez por eso salen a la luz muchas personas con un discurso apocalíptico, cuando suceden algunas catástrofes naturales. Llegan incluso a anunciar el fin del mundo. Y entonces, probablemente, surgen en nosotros algunos cuestionamientos, relacionados con nuestra salvación personal. Me atrevo a decir que más que ocuparnos de ver cómo es que vuelve Jesús en todo su esplendor, si así sucediera delante de nosotros, nos preocuparíamos de lo que nos puede pasar, si vamos a ir al cielo o si vamos a ser condenados, si el juicio final saldrá favorable o no.

Pero aquella, la segunda venida del Hijo del Hombre, nos queda como un anuncio muy lejano y de remota resolución. Mientras, seguimos viviendo, con o más o menos preocupación acerca de este presagio descrito en el evangelio. Ocupados más bien en resolver nuestros problemas cotidianos, y soñando, deseando, que un día nos llegue la felicidad del cielo. ¿Es así el esquema de vida que debemos llevar? ¿Es ese el deseo de Dios? Por supuesto que a esto le añadimos nuestras practicas piadosas y religiosas, porque somos personas creyentes, y eso está muy bien, aunque no estoy seguro de que sea suficiente.

Antes citaba a Bernard Shaw y él decía que soñaba cosas que nunca existieron y que se preguntaba “¿por qué no?, como abriendo la posibilidad concreta de que lo que parece que sólo vive en el pensamiento, o en los sueños, se haga realidad. Y tal vez esa sea la actitud con la que tendríamos que vivir nuestra fe. No porque tengamos que imaginar cosas que nunca existieron, más aún aquellas que creemos, sino porque tal vez deberíamos preguntarnos “¿por qué no? ¿por qué no ahora mismo?”

Creo que el anuncio de Jesús y los signos que presagian su segunda venida, no sólo pueden quedar en un simple desconocimiento de cuándo van a suceder. Ni tampoco sólo como el día de mayor preocupación, porque no sabemos si nos va a tocar el cielo. Con esto no pretendo cambiar la Palabra de Dios, pero sí creo que esta nueva presencia de Cristo entre nosotros la podemos hacer realidad en el presente. Es cierto que con esta propuesta no vamos a ver nubes, poder y gloria, pero sí podremos hacer realidad aquello que parece más bien remoto: El cielo y vivir con Dios.

Estoy convencido de que cada vez que hacemos patente la paz, la justicia, el amor, la solidaridad, hacemos patente la segunda venida de Jesús sobre nosotros, porque cuando vivimos estos valores, es Dios el que vuelve a aparecer. Y además, esto trae otros beneficios, especialmente el de la despreocupación. Es que si vivimos en la paz, el amor, la justicia o la solidaridad, eso no puede hacer más que llevarnos al cielo, y por consiguiente, mañana mismo podría suceder el a veces tan temido juicio final, y nada temeríamos, porque sería confirmar que continuaremos viviendo con Dios, como lo venimos haciendo.

Algunos ven las cosas que existen y se preguntan, «¿por qué?», pero yo sueño cosas que nunca existieron y me pregunto, «¿por qué no?” ¿Por qué no vivir el cielo desde ahora, aquí en la tierra? Esto es posible, la garantía la tenemos en las mismas palabras de Jesús: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». ¿Qué más hace falta para confiar?

Eduardo Rodriguez