Momento presente

Momento presente

Cartel I love Jesus con sello

Ciclo B – Domingo I de Adviento

Marcos 13, 33-37

Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa: si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!

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Nuevamente nos ponemos al inicio de un tiempo litúrgico, en este caso el Adviento, que significa Venida. Entonces, muchos comienzan a hablar de que hay que preparar la Vendía del Señor, y en esto tienen razón, aunque al mismo tiempo se equivocan. Digo que es un error porque no podemos preparar la venida de alguien que ya vino, pero se dice verdad también, porque es tiempo de preparación remota para la segunda venida de Jesús, la Parusía, en palabras de los teólogos entendidos. Y, ciertamente, este evangelio nos da algunas claves para vivir estas semanas, y las del resto del año, para cuando vuelva el Cristo.

Hoy, creo que hay una invitación clara, de parte de Jesús, a repasar lo que hemos estudiado. Y nos pide que conjuguemos algunos verbos. Sabemos que los hay regulares e irregulares, transitivos e intransitivos, personales e impersonales, propios e impropios, y todos se conjugan en distintos tiempos, presente, pasado o pretérito y futuro, según el modo, ya sea indicativo, subjuntivo, imperativo. Y si hacemos una prueba, pregunto, quién es capaz de conjugar el pretérito pluscuamperfecto del modo subjuntivo del verbo participar; esto sin entrar en internet y consultar Wikipedia o la página de la Real Academia Española. Ayuda: [Hubiera (o hubiese) participado].

Pero, gracias a Dios, Jesús es mucho más simple que todo esto. Él se conforma con que aprendamos a conjugar bien el tiempo presente.

En la vida, al menos en mi experiencia, creo que cuando somos niños, o adolescentes, la mayor parte del tiempo nos pasamos conjugando el futuro. Hablamos de cosas como: cuando yo sea mayor quiero ser tal cosa, cuando trabaje y gane dinero, entonces voy a realizar tal sueño, cuando me case voy a tener tantos hijos, el día que termine la carrera no vuelvo a tocar un libro, cuando pueda me voy a ir de casa, ya va a llegar el día en que tome mis decisiones y nadie me diga nada.

Y después, cuando crecemos, y cuanto más mayores más aún, empezamos a conjugar la vida en pasado: Si mis padres me hubieran escuchado no estaría así, si hubiera podido habría estudiado otra cosa, como en casa no había muchos recursos tuve que salir a trabajar, no sé qué hice para que mis hijos ahora no quieran ni pisar una Iglesia, cuando era joven era el mejor en tal cuestión, era una chica muy linda, cuando tenía tu edad hacía más cosas y tenía tres hijos y dos trabajos, con veinticuatro años ya me había recibido y tenía un puesto importante.

Así, se nos pueden ocurrir miles de frases o comentarios que tenemos y que marcan nuestro pensamiento y forma de vivir. Pasamos de desear un futuro casi utópico a añorar el pasado que parece que siempre fue mejor. Pero Jesús viene con su propuesta de presente. Él dice: Estén atentos, tengan cuidado, estén preparados, es decir, ocúpense de la tarea que les ha sido encomendada. Gasten sus energías en hacer bien la tarea que se les dio. Dios, quiere encontrarnos trabajando, ocupados, no añorando el pasado o planificando futuros.

En las cosas del Señor no valen las especulaciones ni conjugaciones verbales pretéritas, o futuras. Si él viene, y le decimos que nosotros amábamos, ayudábamos, servíamos, compartíamos, habíamos amado, ayudado, servido, compartido, hubiéramos amado, compartido, entregado, servido, pero ahora ya no nos ocupamos de esas tareas; o a lo mejor nos excusamos con que nosotros amaremos, ayudaremos, serviremos, compartiremos, habremos amado, servido, entregado, escuchado, o amaríamos si las cosa fueran de tal manera. De esta manera es más difícil que estemos cerca de lo que Jesús nos pide, y seremos como los que se quedan dormidos y no están en vigilia, esperando la llegada.

Bien podríamos decir: Jesús según nos muestra el evangelio, con nosotros usa el modo imperativo: Ama tú/ustedes amen/vosotros amad. Y nosotros deberíamos, simplemente, vivir en presente indicativo: Yo amo/nosotros amamos.

Vivir el momento presente haciendo su voluntad (esa es la tarea asignada), el pasado lo tenemos resuelto, y el futuro no nos preocupa. No podemos decirle: Señor, fíjate que estaba pensando hacer algunas cosas buenas el año que viene, o cuando deje de trabajar y me jubile, entonces voy a dedicarme a ayudar. Eso no vale para ganarse el cielo.

Además, tenemos otro beneficio: vivir sin miedo. Digo miedo porque es lo que pude generarnos el pensar acerca del final del evangelio: No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos! Si vivimos en el presente, ocupados en nuestra tarea, que es hacer la voluntad de Dios, conjugando el presente indicativo, no tenemos de qué preocuparnos, todo va a terminar bien. Que venga cuando le de la gana –podríamos decir– al fin y al cabo estoy haciendo lo que debo hacer. En cambio, si nuestra ocupación está más bien centrada en “hacer la mía”, con un tinte más egoísta, y al mismo tiempo nos importa la venida del Señor, siempre tendremos una deuda pendiente por saldar. Así seguramente nos perderemos el cielo.

Adviento es prepararse para la venida del Señor, así que mejor empezar a repasar los verbos que abren las puertas del cielo. Siempre en presente. Así es Dios.

Eduardo Rodriguez