Buenos pastores

Buenos pastores

 

Ciclo A – Domingo IV Tiempo Pascual

Juan 10, 1-10
Jesús dijo a los fariseos: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz». Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.  Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que Yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia».

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Leer en el Evangelio de este cuarto domingo de pascua que tenemos a Jesús como el Buen Pastor, que es quien nos guía, nos da tranquilidad. Es él quien va por delante y nos enseña el camino. A nosotros sólo nos queda la tarea de escuchar con atención y andar los caminos que él nos va mostrando. Esto tiene un fondo muy profundo, porque no podemos quedarnos con la sola imagen bonita de aquél Jesús que carga en sus hombros a un corderito, cayado o bastón en mano y las demás ovejas detrás, apacibles y seguras. Esa postal es para los cuadros. Es muy linda, pero no podemos quedarnos sólo con eso. Lo que relata san Juan este domingo es muy cuestionador (al menos así lo entiendo) y va más allá de ovejitas blancas y sumisas. Esto lo pienso, tal vez, porque la sensiblería religiosa no me convence.

Más allá de praderas, pastos verdes y ovejas obedientes, tenemos a Jesús que dice que los que lo siguen conocen su voz. A tal punto que lo reconocen al instante. No se equivocan y siempre se dejan guiar por él. Aquí surgen tres interrogantes que debemos responder: ¿Seguimos a Jesús, al verdadero, o nos hemos confundido con algunos charlatanes? ¿Solemos escuchar su voz, lo reconocemos sin equivocación? ¿Realmente nos dejamos guiar por él?

¿Seguimos a Jesús, al verdadero, o nos hemos confundido con algunos charlatanes?

Probablemente el primer impulso que tenemos es de responder que sí, que seguimos al verdadero. No voy a negar tal afirmación, pero me permito hacer algún ensayo de respuesta. Claro que creemos en el Buen Pastor, y lo seguimos, pero hay otros guías que a veces lo reemplazan. ¿Quiénes son? Todos aquellos, o todo aquello, que parece que buscan nuestro bien pero contradicen lo que Jesús nos pide. El Mesías nos habla de generosidad, pero siempre hay alguno que nos dice: No seas tonto, ¿No ves que se aprovechan? Cristo nos habla de perdón, pero otros hacen discursos de venganza, de “perdono, pero no olvido”, que es lo mismo que decir no voy a perdonarte mientras tenga memoria. Jesús nos pide que confiemos en él, pero otros nos confiamos en otras cosas, como una cinta roja contra la envidia, o en los bienes que tenemos. Eso nos da seguridad. Hay algunos que mezclan muchos temas, pero sobre todo nos venden palabras como paz interior, autorrealización, conexión con nuestro yo interior; y compramos. Incluso a veces creemos encontrar la felicidad en los tan populares libros de autoayuda. Son muchos los que nos ofrecen, aparentemente, la plenitud total, pero nadie llega a la altura del Buen Pastor. Sin embargo, hoy en día, como parece que todo es normal, entonces aceptar las recetas de cualquiera, está bien. Se me ocurre preguntar: ¿Quién de nosotros ve y sigue a algún Gurú del momento? No digo que sean malas personas, aunque sí me parece que toman un poco de cada lado, lo que más conviene, lo mezclan un poco y ofrecen una felicidad a la carta. Y a lo mejor nos pasa que terminamos haciendo un Jesús, un Buen Pastor, a nuestro gusto y medida. Tomamos lo que nos gusta y conviene y descartamos todo aquello que nos incomoda, aunque sea de Dios. ¿Cuántos cristianos se van a otras cuasi iglesias buscando parar de sufrir? ¿Quiénes se siguen a sí mismos porque están convencidos de que se las saben todas y tienen la verdad? Y cito todo esto intentando salir de los tópicos: dinero, placeres desmedidos y egoístas, materialismo, poder, que también se pueden convertir en nuestros guías y pastores.

¿Solemos escuchar su voz, lo reconocemos sin equivocación?

Esta segunda pregunta tiene mucho que ver, o depende, de las respuestas que hayamos dado en la anterior. Sólo añadir que para poder reconocer la voz de Dios, antes tendremos que haberla escuchado. Muy difícilmente nos demos cuenta cuál es Su voz y qué nos pide, si no nos detenemos y abrimos los oídos y el corazón. Una buena práctica que ayuda a mejorar el reconocimiento es la lectura de la Palabra de Dios. Ahí resuena la voz divina. Lo mismo que en la Eucaristía. ¿Frecuentamos lugares de Dios para escucharlo? Hace falta también silencio, externo e interno. Así nos confundiremos menos y no nos engañarán otras voces parecidas a la de Dios.

¿Realmente nos dejamos guiar por él?

Este es el punto decisivo. Es probable que escuchemos a Jesús muy claramente, que sepamos exactamente lo que quiere de nosotros y cuál es su propuesta, pero la decisión es nuestra. Nadie nos obliga a ser buenos, aunque sepamos que eso es mejor. No estamos confinados a amar, a ser generoso, a perdonar, a dar la vida por los demás. Esto es una elección libre que cada uno hace. Una respuesta a la propuesta del Buen Pastor que quiere llevarnos a lugares de pastos verdes y abundantes. Pero nosotros elegimos. Y resulta que a lo mejor nos gusta más otro tipo de hierba, que parece buena, pero no nos hace bien.

Tres preguntas que debemos responder con sinceridad. Tal vez esto nos ayude a descubrir dónde estamos y si de verdad estamos siguiendo al Buen Pastor.

Por otro lado, la otra cara de la moneda, si estamos llenos y Dios, si vivimos en su Gracia, es probable que a veces nos toque hacer de cuasi buenos pastores. Es como enseñarle a alguien a tocar un instrumento musical. Guiamos a otros para que descubran y aprendan a reconocer los sonidos, las notas y no se confundan.

Ser de Dios no se conjuga en tiempo pasado ni en tiempo futuro, sino en tiempo presente.

Eduardo Rodriguez