ADN de Dios

Juan 10, 11-18
Jesús dijo: «Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque Yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre».

———————————

Uno de los términos que me llamó la atención, y me fui a casa después del colegio repitiéndolo, una y otra vez, hasta pronunciarlo sin error y de corrido, fue ADN: Ácido desoxirribonucleico. Pero con el tiempo me di cuenta de que esto nos ha llevado, de alguna forma, al encierro y la confusión. ADN, efectivamente, desde el punto de vista científico, significa aquello que hemos dicho. Pero, al mismo tiempo, visto desde la fe, tiene otro acepción. Y, en este evangelio lo venimos a descubrir. Jesús nos habla claramente y nos pone ejemplos tan irrefutables que no queda otra opción que aceptarlos como ciertos y procurar hacerlos vida en nosotros.

Se me han ocurrido muchos significados para ADN, en relación a este evangelio, como: Acto De Nobleza, Asalariado DeshoNesto, AbanDoNo, Amor De Niño, y algunos más, pero hay uno que es fundamental, si queremos vivir a pleno.

El primer ADN que podríamos tener en cuenta es: Asalariado DeshoNesto. De hecho, la invitación de Jesús, en este domingo, es marcar la diferencia entre un asalariado y un buen pastor. El primero no es ejemplo a seguir. Y si digo deshonesto es porque no hace bien el trabajo por el cual se le paga. En este caso, bien podríamos pensar si existe en nuestra vida algo de este tipo de ADN. Y nosotros, aunque no recibimos un salario, creo que tenemos, como hijos de Dios que somos, varios encargos hechos por el Señor. Entre ellos, cuidar a las personas, a las cuales no podemos abandonar cuando vienen tiempos difíciles, o ya no me cae bien fulanito, o simplemente me cansé. Este Aban-Do-No, que también lleva su ADN dentro, no debería estar presente en nuestra vida.

Otras de las acepciones de esta sigla, hemos dicho, es: Acto De Nobleza. Parece un poco rebuscado, pero creo que es la mejor manera de graficar lo que el Buen Pastor hace con sus ovejas. Alguien que conoce a las suyas, con la profundidad y delicadeza que describe el evangelio, y las cuida hasta con la propia vida, no puede menos que venir de una persona noble. Noble porque esto engloba a alguien que es: Honrado, generoso, sincero, leal, fiel, no traicionero, y digno de estima. Todo esto, creo que estamos de acuerdo, suena a descripción de Dios.

Pero finalmente, el significado por excelencia, revelado este domingo, es: Audire Deum Nostrum. Eso es ADN. Claro, lo he puesto en latín por dos razones. Decirlo en esta lengua tiene aires de solemnidad y, pareciera, un mayor peso y tradición cristiana. Además, Audire Deum Nostrum encaja bien en la sigla ADN. De otra forma se acabaría el juego y la reflexión.

Audire Deum Nostrum. Traducirlo no es difícil, y significa: Escuchar a nuestro Dios. Ese es el ADN de este evangelio.

Sabemos que Jesús, el Buen Pastor, es quien cuida y da la vida por las ovejas, es decir nosotros. Por lo tanto, entendemos que es él quien nos da una vida nueva, siendo capaz de defendernos del mal, del lobo. Es quien sabe de nuestra vida con total claridad y profundidad. Es quien nos habla y nos dice qué debemos hacer y cómo. Él es capaz de ir a buscarnos en los lugares más oscuros y recónditos que podamos imaginar, si nos hemos quedado allí perdidos. Quiere y desea, infinitamente que estemos a su lado y que no nos perdamos. Su felicidad está en amarnos.

Y de nuestro lado, ovejas que somos, nos tocará hacer nuestro papel. En primer lugar, reconocer que Dios respeta profundamente nuestra libertad, por eso a veces nos alejamos y nos perdemos. Aunque al mismo tiempo él, continuamente, nos esté buscando e invitando a volver al redil. Y si de verdad estamos en su corral, no tenemos más que una misión: Escucharlo. De esto dependerá el resto. Así sabremos cómo y qué tenemos que hacer. De hecho, me atrevo a decir, cuando andamos un poco desorientados, sin norte claro, es que no estamos escuchando la voz de Dios. No porque él no hable, sino porque a lo mejor nuestros oídos, nuestro corazón, está pastando en lugares lejanos que nada tienen que ver con el Señor.

ADN, Audire Deum Nostrum, es nuestra salvación.

Y una vez que hemos escuchado, con antención, haciendo nuestro el mensaje de Dios, nos daremos cuenta de que, principalmente, estamos llamados a ser Buen Pastor de los demás. Tenemos que ser capaces de escuchar, conocer con profundidad y caridad, acompañar, acercar, buscar, cuidar y, si es necesario, dar la vida por el que tenemos a nuestro lado. Si de verdad escuchamos lo que Dios quiere decirnos, no podemos menos que concluir que esta, la misma del Buen Pastor, es nuestra misión como hijos de Dios.

Finalmente, creo que caben algunas preguntas que nos ayuden a la reflexión: ¿A quién seguimos? ¿Quién es nuestro pastor? ¿Qué voces estamos escuchando y siguiendo?

diosytuadmin