Retrato

Sagrada Familia de Murillo (1618-1882)
Sagrada Familia de Murillo (1618-1882)

Lucas 2, 41-52
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de Él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
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En este final de año hice un pequeño tour artístico. Observando, sin apuros, varios cuadros de pintura que tienen un mismo tema de inspiración, veo que a pesar de que todos representan una única escena, sin embargo reflejan aspectos distintos. Las pinturas se refieren a La Sagrada Familia . Y si cito algunos cuadros como el de Murillo, El Greco, Rafael Urbino, Hendrick de Clerck, o János Donát, y aunque el mensaje religioso de fondo es patente, todas tienen algo en particular. En algunas aparece san José joven, y en otras es un anciano. María también cambia de un cuadro a otro y el niño Dios varía bastante. Aquí me surge una duda: ¿Quiénes habrán sido los modelos de estos pintores? ¿En quiénes se habrán inspirado? La respuesta a estas preguntas, tal vez, nos pueden ayudar a reflexionar el evangelio de este día.

La Iglesia entera festeja hoy la fiesta de La Sagrada Familia. Toma el evangelio de Lucas que cuenta lo que conocemos como «Jesús perdido y hallado en el templo». Y un aspecto a destacar es la sabiduría que el niño ya evidenciaba. Los doctores de la ley lo escuchaban y le hacían preguntas y «estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas». Sólo con esto ya podemos decir que era un fuera de serie. Algunos podrán concluir que era el hijo de Dios, por eso hacía lo que hacía. Pero todo esto nos deja en claro una cosa: A José, María y Jesús, todos los tenían como una familia judía más. Y esto hacía que se sorprendieran de tanta elocuencia del hijo.

Durante muchísimos años, siempre se nos ha puesto a la Familia de Jesús como el modelo de familia cristiana. Y evidentemente es una imagen muy buena a tener en cuenta. Es nuestro ideal y ojalá no lo perdamos de vista . Pero, al mismo tiempo, somos conscientes de que, aunque tengamos una familia ejemplar, nunca seremos san José, el niño Jesús o la Virgen María. Y esto no tiene que desalentarnos, sino que debería animarnos a que, desde nuestra realidad, como familia, podamos llegar a ser mejores como padres, madres e hijos.

Nuestra sociedad revela que, cada vez más, hay familias disgregadas. Que haya matrimonios que duran más de veinte años, para algunos, es un milagro, y que los hijos crezcan, seguros, en el núcleo familiar, para muchos es todo un desafío. Por lo tanto, creo que es necesario recrear y renovar nuestro concepto de familia, que debería tener el fundamento del amor de Dios que, seguramente, vemos reflejado en La Sagrada Familia, pero sin dejar de ser nosotros mismos, como se nos ha creado.

Si aquellos pintores se dispusieran hoy a reflejar la Familia Santa, seguramente tendrían en cuenta muchos de los elementos que consideraron cuando pintaron aquellos cuadros, pero hoy tendrían modelos que en nada se parecerían a una María con velo sobre la cabeza, o un José con túnica de color opaco y un niño vestido con ropas del siglo XVII,  sino que posarían, para el cuadro, gente de la actualidad. Y ésta es la imagen que quiero rescatar para este domingo.

Sabemos que Dios quiere que hagamos realidad lo que él nos propone como modo de vida. Esto incluye respeto, amor, paciencia, generosidad, cuidado mutuo, solidaridad, unidad, paz, libertad. Es que con estas virtudes se constituye La Sagrada Familia y, por qué no, nuestra familia también. Son nuestras familias las que tienen que ser modelo de inspiración para reflejar, hoy, la familia de Jesús. Y ojalá que los pintores de nuestra época no sólo tengan delante personas que inspiren un parecido físico, teniendo que acudir a la imaginación para retratar lo que La Sagrada Familia infunde, sino que también puedan ver, en las familias actuales, aquello que quieren plasmar como virtudes de los que son familia de Dios.

Entonces nos preguntamos: ¿Somos buenos modelos para quedar pintados en un cuadro? ¿Cómo está nuestra familia? ¿Qué nos falta para llegar a parecernos, en virtudes, a aquella Familia de Nazaret?

Tal vez el punto de partida para mejorar, cambiar, crecer, sea tener a Jesús en medio nuestro. Él es quien sabrá, como a los doctores de la ley, dejarnos asombrados con sus respuestas a los problemas que tenemos.

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